1 de noviembre de 2009

Con su venia, señor presidente - Carlos Monsiváis


No todos los debates son querellas a gritos, o escenas de cinismo donde el mayoriteo se burla de las reclamaciones y razones de las minorías. Ocasionalmente hay debates interesantes y, si se quiere, además de instructivos ya propios de un país democrático. Esto sucedió en la Cámara de Diputados el 27 de octubre de 2009, a propósito de la despenalización del aborto. Imposible resumir la discusión, y me conformo con momentos culminantes. Inició la contienda Leticia Quezada Contreras del PRD: “Una mujer es más que un cuerpo condenado por su biología. Una mujer puede reparar el error de un embarazo no deseado, producto de la fragilidad, de un descuido o del error de la violencia… Lamentablemente la problemática nacional vinculada al tema del aborto y la violación de los derechos humanos de las mujeres mexicanas está más vigente que nunca y día a día lacera más a las mujeres mexicanas, con la complicidad del PRI y del PAN en todo el territorio nacional”.

A continuación la diputada Ana Estela Durán Rico, del PRI, en contraposición de la postura de la líder nacional Beatriz Paredes, dedicada a lanzar obscuridades cada que se le pregunta sobre el tema, fue contundente en su defensa del Estado laico, agraviado por la campaña del PRI y del PAN y lanzó cuestionamientos: “Esto es, ¿pueden las mujeres ejercer su derecho a decidir? ¿Tienen la mayoría de edad para asumir responsabilidades? ¿Puede algún diputado, funcionario o gobernante atropellar los derechos de las mujeres? ¿Qué está detrás de esto? ¿Líderes de opinión? ¿Relaciones de poder? ¿Dictados detrás de las esferas eclesiásticas? ¿Líneas conservadoras recurrentes? ¿Confrontaciones personales? ¿Decisiones individuales producto de convicciones o creencias, o simplemente una confusión prohijada que ha distorsionado el verdadero debate pretendiendo que es un conflicto entre quienes defienden la vida y quienes pretenden apoyar a la muerte?”

La diputada del Partido del Trabajo, Ifigenia Martínez, fue también precisa: “México es un Estado laico; garanticemos decidir que llevar a término un embarazo debe ser reconocido como derecho sólo de las mujeres. No somos objetos, somos seres humanos y exigimos derechos plenos en todo el país”. A la defensa de una panista de la penalización del aborto, el diputado del PT Porfirio Muñoz Ledo contesta: “El concepto de derecho a la vida que acaba de ser esbozado corresponde a una definición religiosa, no a una definición del derecho público. El derecho público es muy claro y cuando se cita la Constitución, debe, en primer lugar, citarse el artículo 1o. Todo individuo gozará de las garantías que esta Constitución consagra… En el proyecto de reformas al Título Primero, habíamos propuesto ‘toda persona’. En dado caso sólo la ley puede determinar cuándo alguien es individuo. No hay ninguna rama del derecho que determine que el individuo existe antes del nacimiento”


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La diputada panista Paz Gutiérrez Cortina: “Es precisamente hoy, cuando lo natural adquiere especial relevancia ante la necesidad de proteger el medio ambiente, de proteger nuestras especies animales y conservar los recursos naturales, es hoy precisamente, señores diputados, cuando se cuestiona la preservación de la vida humana en gestación. Se protege a las ballenas, se protegen las tortugas y sus huevos; pero se cuestiona la existencia de humanidad en el embrión desde el momento de la concepción”. Le responde Muñoz Ledo: “La muy respetable compañera (Paz Gutiérrez Cortina) ha dicho que protegemos a los huevos, me refiero a los huevos en su acepción original; ojalá y aquí también se respetaran. Está confundiendo a los ovíparos con los mamíferos, señora. Un huevo por definición, de gallina o de tortuga, está fuera del cuerpo de la madre, ya no tiene que ver con la entidad de la madre. Se establece la heteronimia de cuerpos y no todos los huevos se protegen; puede llegar a haber especies perniciosas. Supongamos que nos encontramos con huevos de dragones o huevos de esos animales que son mortíferos para la humanidad. Tendría que haber una definición. Tratándose de los seres mamíferos, el producto está vinculado al cuerpo de la madre, es parte del cuerpo de la madre, independientemente que vaya adquiriendo una personalidad biológica propia, y es la ley y sólo la ley la que debe establecer cuál es el solvento”.

La discusión es larga, y por una vez colmada de razones o de lo que se piensa que son argumentos contundentes. Muñoz Ledo es brillante y contundente: “El Oscurantismo es, por definición, una reducción del pensamiento científico y una reducción del proceso educativo. ¿Durante cuánto tiempo, quienes piensan como usted? ¿No sé si ahora todavía? combatieron las ideas de Darwin, porque estaba inscrito en la biblia, en un tiempo determinado y conforme a una cultura determinada; la historia de Adán y Eva ¿Qué sostuvieron contra Galileo? ¿Qué sostuvieron contra Copérnico? Tuvieron siempre científicos alquilones para ocultar una verdad que ahora se ha vuelto universal”. El diputado Gerardo Fernández Noroña (of all people), remite a hechos recientes: “Le recuerdo que alguna autoridad municipal (las educativas en León, Guanajuato que incineraron libros de textos de Biología del primer año de secundaria de la SEP al grito de “huele muy mal, huele muy mal”) quemó libros de biología, porque enseñaban educación sexual. ¿Eso es una posición correcta? No. ¿Es una posición científica? No. ¿Es una posición a favor del conocimiento? No. Es una posición profundamente retrógrada”.

El panista Francisco Javier Salazar se enreda con los argumentos del ADN y resuelve la duda de los oyentes con su experiencia personal: “Termino, señor presidente, con una anécdota personal. Hace poco más de un año me mostró mi hija una fotografía de ultrasonido de mi nieta de 11 semanas. Señores, de veras, se los digo con sinceridad, esa foto de ultrasonido la tengo en mi álbum de fotografías más queridas. Es un bebé; es un bebé con sus pies, su cabeza, sus manos, su corazón. Es un bebé. Si alguien quisiera matar a ese bebé, ¿por favor?, contaría con mi absoluto rechazo y mi absoluta reprobación”. Le contesta Fernández Noroña: “Si para usted un bebé es el producto, es un problema de su confusión, de su desconocimiento del lenguaje, de su desconocimiento del idioma, de su desconocimiento de la biología, de su desconocimiento de una discusión filosófica muy profunda y de su concepción religiosa. Si usted cree en la Divina Providencia, puede creer en cualquier cosa, pero no tiene por qué imponérselo a toda una sociedad, que es un Estado laico. Yo soy también profundamente respetuoso de las percepciones que cada quien tenga, pero no tienen por qué imponérselas a las demás personas… Vea el diccionario de la Real Academia Española, vea lo que dice bebé y me dice si se considera bebé a un producto entre uno y nueve meses. La definición exacta es niño de pecho. Quiero que me explique cómo puede ser un producto niño de pecho”.

El debate es largo y, por supuesto, cada quien sale provisto de las convicciones que ya llevaba. Sin embargo, se deja leer con fluidez y es en verdad interesante. La prensa, la radio y la televisión lo ignoran por completo.