21 de marzo de 2010
Discurso del Presidente Legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, en el acto conmemorativo del Natalicio de don Benito Juárez, en el Hemiciclo al Benemérito de las Américas
Nos congregamos para recordar en su natalicio a Benito Juárez García, el mejor presidente de México en toda la historia. Lo hacemos en momentos en que nuestro país enfrenta una severa crisis económica, social, política, moral, de inseguridad y violencia.
Juárez es símbolo de honestidad, austeridad, rectitud, laicismo, legalidad y patriotismo. Este presidente vitalicio nos dejó muchas lecciones para actuar en circunstancias difíciles pero quizá la enseñanza mayor fue su ejemplo de perseverancia y su inquebrantable fe en la causa que defendía.
Por eso, el mejor homenaje que podemos rendirle es mantener nuestro compromiso de no claudicar en el objetivo superior de transformar la vida pública del país.
Estamos convencidos que, más temprano que tarde, lograremos el renacimiento de México. Baso mi optimismo en el hecho de que la actual decadencia ha sido causada por una funesta camarilla que no podrá, por mucho tiempo, impedir la dicha y la felicidad del pueblo.
Los males que aquejan y atormentan a la nación, no son producto de la fatalidad o del destino. Tampoco existe ninguna razón natural o geográfica que justifique el empobrecimiento del pueblo y la actual decadencia.
México es uno de los países con más recursos naturales en el mundo. En todo su territorio hay riquezas: en el Norte, minas de oro, plata y cobre; en el Sur, agua, gas y petróleo y, en todos lados, el pueblo cuenta con cultura, vocación de trabajo y con una inmensa bondad.
Todo lo que está pasando es el fruto podrido de la política de pillaje que ha venido imponiendo una minoría para satisfacer su ambición y codicia a costa del sufrimiento de la inmensa mayoría de nuestro pueblo.
Hay crisis porque, desde hace 27 años, la oligarquía con sus políticos y voceros, han venido imponiendo una política económica para beneficio exclusivo de una élite.
Hay crisis porque, en las últimas dos décadas, al amparo del poder público, un pequeño grupo ha saqueado al país y se han enriquecido, obscenamente, como no ha sucedido en ninguna otra parte del mundo.
Hay crisis porque se han privatizado los bienes de la nación.
Hay crisis porque el petróleo, el gas y la electricidad, han sido explotados de manera irracional, en provecho de empresas trasnacionales, de traficantes de influencia y de políticos corruptos.
Hay crisis porque, desde Salinas hasta Calderón, se han entregado 25 millones de hectáreas, el 12 por ciento del territorio nacional para la explotación del oro, la plata, el cobre y se ha favorecido, básicamente, a tres consorcios mexicanos: Grupo México, Peñoles y Carso, así como a las mineras canadienses, asociadas con políticos del PRI y del PAN.
Hay crisis porque la economía nacional ha permanecido estancada y no se han generado empleos.
Hay crisis porque se abandonaron las actividades productivas, tanto en el campo como en la ciudad.
Hay crisis porque los potentados no pagan impuestos.
Hay crisis porque se protege a los monopolios vinculados al poder.
Hay crisis porque el presupuesto se destina a mantener los privilegios de los altos funcionarios públicos.
Hay crisis porque no se garantizan los derechos constitucionales al trabajo, a un salario digno, a la educación, la salud, la vivienda, la seguridad social y el bienestar del pueblo.
Hay crisis porque a los jóvenes se les ha marginado y se les han cerrado las puertas para la educación y el trabajo.
Hay crisis porque impera la corrupción y la impunidad.
Hay crisis porque un grupo ha confiscado todos los poderes constitucionales y mantiene secuestradas a las instituciones.
Hay crisis, en suma, porque en México domina una oligarquía y no hay una auténtica democracia.
Los responsables de la tragedia nacional tienen nombre y apellido. Son los 30 potentados que, por mantener y acrecentar sus privilegios, han venido cancelando el futuro de millones de mexicanos y están destruyendo al país. Y como es evidente, esta mafia no está dispuesta a ceder en nada, aunque terminen de arruinar a México y de desgraciarnos a todos.
Por eso, la única opción que tenemos es la de derrotar a la oligarquía en el terreno político, en buena lid, de manera pacífica para establecer un gobierno del pueblo y para el pueblo.
Esto lo hemos venido postulando desde hace tiempo; pero no sólo nos hemos quedado en la reflexión teórica o en la simple exposición del problema. En nuestro quehacer hemos armonizado el pensamiento y la acción; las palabras y los hechos. Debe saberse que en la actualidad, mujeres y hombres concientes y comprometidos, trabajan con empeño para lograr la transformación del país, desde abajo y con la gente.
En todo el territorio nacional se está llevando a la práctica una estrategia que consiste en el cumplimiento de tres tareas básicas: crear comités de nuestro movimiento en todo el país; convencer y adherir a más simpatizantes y entregar, casa por casa, Regeneración, el periódico de las causas justas y del pueblo organizado. Es decir, muchos integrantes de nuestro movimiento, en pequeñas comunidades, pueblos, colonias y barrios, cotidianamente se ocupan de informar, orientar, concientizar y organizar al pueblo para transformar al país y lograr el renacimiento de México.
Esto es lo que consideramos más importante pero, al mismo tiempo, estamos luchando para impedir más retrocesos. Nos mantenemos pendientes y movilizados, denunciando infamias y arbitrariedades de los poderosos. No dejamos de apoyar a los trabajadores electricistas del SME, a los mineros de Cananea, a los pobladores de Zimapán, que se oponen a la instalación de un basurero tóxico. Estamos atentos para impedir que se construya la presa El Zapotillo, que borraría del mapa a tres históricos pueblos de Jalisco.
Seguimos respaldando a dirigentes sociales que se manifiestan contra la destrucción del territorio y la contaminación provocada por las empresas mineras, en particular, por la de San Xavier, en el cerro de San Pedro, en San Luis Potosí. También estamos exigiendo esclarecer y castigar a los autores materiales e intelectuales del asesinato de Mariano Abarca Roblero en Chicomuselo, Chiapas, quien luchaba con su pueblo enfrentando la depredación de una minera canadiense. Mantenemos la demanda de que se castigue a Eduardo Bours, ex gobernador de Sonora y a Juan Molinar Horcasitas, anterior director del Instituto Mexicano del Seguro Social, por la muerte de 49 niños y heridas graves a 79 más, en la guardería ABC de Hermosillo.
Vamos a seguir insistiendo hasta que les devuelvan sus ahorros a los exbraceros. Jamás dejaremos de exigir la presentación de los desaparecidos y la libertad de los presos políticos, indígenas, campesinos y ciudadanos injustamente encarcelados. De nuevo expresamos nuestra solidaridad con los dirigentes de Atenco, que con saña y arbitrariamente permanecen privados de su libertad.
Amigas y amigos:
Nuestro país, además de otras calamidades, está inmerso en una grave crisis de inseguridad y violencia. También, quienes impusieron a Calderón son responsables del dolor de miles de familias, del miedo y del temor que prevalece en hogares y calles de casi todo el territorio nacional.
No olvidemos que esta minoría codiciosa y sin llenadera, ha hecho ingrata la vida de millones de mexicanos y, además, llevó a la presidencia a una persona incapaz de garantizar la tranquilidad y la paz social.
Calderón, como ha quedado demostrado, no es un hombre de Estado. Calderón, repito, le pegó un garrotazo a lo tonto al avispero y ahora todos estamos pagando las consecuencias. Fue irresponsable y torpe declarar la guerra a la delincuencia organizada sin conocer la realidad y sin un plan integral que pusiera el énfasis en el desarrollo social.
Una y otra vez hemos insistido que la forma más eficaz y humana de enfrentar la inseguridad y la violencia, pasa por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población. Las medidas coercitivas no resuelven el problema. No basta con el ejército, la policía, las cárceles, las amenazas de mano dura y con leyes más severas. Se requiere atender, antes que nada, las demandas de trabajo y bienestar.
El proceder de Calderón en ésta materia ha dañado gravemente al país. Han perdido la vida; y eso es lo más lamentable, miles de seres humanos, algo que no sucedía desde la Revolución. Por si fuese poco, se ha desgastado al ejército y se está alentando a los criollos que quieren anexarnos y a quienes siempre están esperando intervenir desde el extranjero en asuntos que sólo competen a los mexicanos.
Por eso, llamamos al Gobierno de Estados Unidos a que respete nuestra soberanía, que no se aproveche de las circunstancias ni abuse de la debilidad de Calderón. Cooperación sí, intervencionismo no.
También queremos dejar en claro que nuestro movimiento no apuesta a edificar la nueva República sobre las ruinas de México.
Siempre hemos actuado con responsabilidad y lo seguiremos haciendo. Desde agosto del 2007, fuimos los primeros en advertir, públicamente, que se avecinaba el agravamiento de la crisis, que habría problemas de recesión, desempleo y devaluación. Al mismo tiempo, urgimos al gobierno a que se tomaran medidas para atemperar los daños a la economía y al bienestar del pueblo. Y no hicieron caso.
Más tarde, el 28 de septiembre de 2008, en el zócalo de la ciudad de México, propusimos al Congreso un plan anticrisis y tampoco hicieron nada.
Ahora, de nuevo, exhortamos a los que realmente mandan, a Felipe Calderón o a quien corresponda, a que se decidan, por el bien de México, a cambiar la política económica empezando por crear empleos y atender a los jóvenes para garantizar la tranquilidad y la seguridad pública.
Antes que ninguna otra cosa, es urgente proteger y generar nuevos empleos, como también es indispensable hacer efectivo el derecho a la educación. ¿Cómo hacerlo? Poniendo en práctica un amplio programa de construcción de obras públicas para lograr un efecto multiplicador; es decir, reactivar rápido la economía, poner a trabajar a la gente y hacer la infraestructura que se necesita en el país.
En mis recorridos por la República, he podido constatar que el principal clamor es la falta de empleo y no he visto obras en proceso por ninguna parte. La industria de la construcción está paralizada. Un dato: en Ciudad Juárez, más de la mitad de sus calles no tiene pavimento.
En cuanto a los jóvenes, es indispensable aprobar de inmediato un programa de becas para estudiantes de escuelas preparatorias, institutos y universidades públicas, algo parecido a lo que aplica el Gobierno del Distrito Federal.
También hay que invertir en la construcción de escuelas de nivel medio superior y ampliar espacios en universidades públicas para que ningún joven sea rechazado.
Los recursos necesarios para implementar este plan de empleo y atención a los jóvenes podrían salir, como siempre lo hemos sostenido, de ahorros en el presupuesto por la aplicación de una política de austeridad republicana. Como decía Juárez, que los funcionarios aprendan a vivir en la justa medianía. Nunca se justifica el dispendio, la ostentación y el derroche, menos en épocas de crisis, cuando está de por medio la seguridad y el bienestar del pueblo.
Amigas y amigos:
En las actuales circunstancias, muchos se entristecen y piensan que no hay salidas; otros, aunque tienen ideas progresistas, se deprimen y se amargan la vida. Tenemos que seguir alentando a todos. No a la desesperanza. Sí podemos sacar adelante al país. Además vamos bien, el tiempo y la realidad nos están dando la razón y estamos haciendo lo correcto: trabajando todos los días para despertar las conciencias y organizar al pueblo con el propósito de transformar la vida pública de México.
No perdamos el tiempo en estar viendo lo que hace la llamada clase política. Ellos son achichincles de los potentados, sin principios y sin ideales, sólo buscan su interés personal o de la pequeña secta a la que pertenecen. Tampoco que nos preocupe tanto el que la mafia quiera por anticipado imponer a Peña Nieto con el respaldo de Salinas y la campaña mediática de Televisa. Tengamos confianza en el pueblo. Al pueblo se le engaña una vez, dos veces, pero no se le puede engañar toda la vida.
Eso sí, hagamos nuestro trabajo para que el día de mañana nadie nos diga que no sabía de la existencia de otro proyecto alternativo, distinto al camino trillado de siempre. Y pensemos que la obra de transformación que estamos iniciando, si no podemos concluirla nosotros, ya vendrán las nuevas generaciones a consumarla. Pero siempre tengamos presente que se trata de algo verdaderamente trascendente, humano y grandioso.
Es mucho el desafío. Enfrentamos intereses muy poderosos pero también es un timbre de orgullo tener la oportunidad de hacer historia.
Son momentos para demostrar de qué estamos hechos. Sigamos siendo rebeldes ante la opresión y la ignominia. No aceptemos la paradoja de vivir en un país rico con pueblo pobre. México es de todos y no de unos cuantos.
Sigamos luchando hasta lograr que haya patria para todos, patria para el pobre, patria para el humillado.
Juárez es símbolo de honestidad, austeridad, rectitud, laicismo, legalidad y patriotismo. Este presidente vitalicio nos dejó muchas lecciones para actuar en circunstancias difíciles pero quizá la enseñanza mayor fue su ejemplo de perseverancia y su inquebrantable fe en la causa que defendía.
Por eso, el mejor homenaje que podemos rendirle es mantener nuestro compromiso de no claudicar en el objetivo superior de transformar la vida pública del país.
Estamos convencidos que, más temprano que tarde, lograremos el renacimiento de México. Baso mi optimismo en el hecho de que la actual decadencia ha sido causada por una funesta camarilla que no podrá, por mucho tiempo, impedir la dicha y la felicidad del pueblo.
Los males que aquejan y atormentan a la nación, no son producto de la fatalidad o del destino. Tampoco existe ninguna razón natural o geográfica que justifique el empobrecimiento del pueblo y la actual decadencia.
México es uno de los países con más recursos naturales en el mundo. En todo su territorio hay riquezas: en el Norte, minas de oro, plata y cobre; en el Sur, agua, gas y petróleo y, en todos lados, el pueblo cuenta con cultura, vocación de trabajo y con una inmensa bondad.
Todo lo que está pasando es el fruto podrido de la política de pillaje que ha venido imponiendo una minoría para satisfacer su ambición y codicia a costa del sufrimiento de la inmensa mayoría de nuestro pueblo.
Hay crisis porque, desde hace 27 años, la oligarquía con sus políticos y voceros, han venido imponiendo una política económica para beneficio exclusivo de una élite.
Hay crisis porque, en las últimas dos décadas, al amparo del poder público, un pequeño grupo ha saqueado al país y se han enriquecido, obscenamente, como no ha sucedido en ninguna otra parte del mundo.
Hay crisis porque se han privatizado los bienes de la nación.
Hay crisis porque el petróleo, el gas y la electricidad, han sido explotados de manera irracional, en provecho de empresas trasnacionales, de traficantes de influencia y de políticos corruptos.
Hay crisis porque, desde Salinas hasta Calderón, se han entregado 25 millones de hectáreas, el 12 por ciento del territorio nacional para la explotación del oro, la plata, el cobre y se ha favorecido, básicamente, a tres consorcios mexicanos: Grupo México, Peñoles y Carso, así como a las mineras canadienses, asociadas con políticos del PRI y del PAN.
Hay crisis porque la economía nacional ha permanecido estancada y no se han generado empleos.
Hay crisis porque se abandonaron las actividades productivas, tanto en el campo como en la ciudad.
Hay crisis porque los potentados no pagan impuestos.
Hay crisis porque se protege a los monopolios vinculados al poder.
Hay crisis porque el presupuesto se destina a mantener los privilegios de los altos funcionarios públicos.
Hay crisis porque no se garantizan los derechos constitucionales al trabajo, a un salario digno, a la educación, la salud, la vivienda, la seguridad social y el bienestar del pueblo.
Hay crisis porque a los jóvenes se les ha marginado y se les han cerrado las puertas para la educación y el trabajo.
Hay crisis porque impera la corrupción y la impunidad.
Hay crisis porque un grupo ha confiscado todos los poderes constitucionales y mantiene secuestradas a las instituciones.
Hay crisis, en suma, porque en México domina una oligarquía y no hay una auténtica democracia.
Los responsables de la tragedia nacional tienen nombre y apellido. Son los 30 potentados que, por mantener y acrecentar sus privilegios, han venido cancelando el futuro de millones de mexicanos y están destruyendo al país. Y como es evidente, esta mafia no está dispuesta a ceder en nada, aunque terminen de arruinar a México y de desgraciarnos a todos.
Por eso, la única opción que tenemos es la de derrotar a la oligarquía en el terreno político, en buena lid, de manera pacífica para establecer un gobierno del pueblo y para el pueblo.
Esto lo hemos venido postulando desde hace tiempo; pero no sólo nos hemos quedado en la reflexión teórica o en la simple exposición del problema. En nuestro quehacer hemos armonizado el pensamiento y la acción; las palabras y los hechos. Debe saberse que en la actualidad, mujeres y hombres concientes y comprometidos, trabajan con empeño para lograr la transformación del país, desde abajo y con la gente.
En todo el territorio nacional se está llevando a la práctica una estrategia que consiste en el cumplimiento de tres tareas básicas: crear comités de nuestro movimiento en todo el país; convencer y adherir a más simpatizantes y entregar, casa por casa, Regeneración, el periódico de las causas justas y del pueblo organizado. Es decir, muchos integrantes de nuestro movimiento, en pequeñas comunidades, pueblos, colonias y barrios, cotidianamente se ocupan de informar, orientar, concientizar y organizar al pueblo para transformar al país y lograr el renacimiento de México.
Esto es lo que consideramos más importante pero, al mismo tiempo, estamos luchando para impedir más retrocesos. Nos mantenemos pendientes y movilizados, denunciando infamias y arbitrariedades de los poderosos. No dejamos de apoyar a los trabajadores electricistas del SME, a los mineros de Cananea, a los pobladores de Zimapán, que se oponen a la instalación de un basurero tóxico. Estamos atentos para impedir que se construya la presa El Zapotillo, que borraría del mapa a tres históricos pueblos de Jalisco.
Seguimos respaldando a dirigentes sociales que se manifiestan contra la destrucción del territorio y la contaminación provocada por las empresas mineras, en particular, por la de San Xavier, en el cerro de San Pedro, en San Luis Potosí. También estamos exigiendo esclarecer y castigar a los autores materiales e intelectuales del asesinato de Mariano Abarca Roblero en Chicomuselo, Chiapas, quien luchaba con su pueblo enfrentando la depredación de una minera canadiense. Mantenemos la demanda de que se castigue a Eduardo Bours, ex gobernador de Sonora y a Juan Molinar Horcasitas, anterior director del Instituto Mexicano del Seguro Social, por la muerte de 49 niños y heridas graves a 79 más, en la guardería ABC de Hermosillo.
Vamos a seguir insistiendo hasta que les devuelvan sus ahorros a los exbraceros. Jamás dejaremos de exigir la presentación de los desaparecidos y la libertad de los presos políticos, indígenas, campesinos y ciudadanos injustamente encarcelados. De nuevo expresamos nuestra solidaridad con los dirigentes de Atenco, que con saña y arbitrariamente permanecen privados de su libertad.
Amigas y amigos:
Nuestro país, además de otras calamidades, está inmerso en una grave crisis de inseguridad y violencia. También, quienes impusieron a Calderón son responsables del dolor de miles de familias, del miedo y del temor que prevalece en hogares y calles de casi todo el territorio nacional.
No olvidemos que esta minoría codiciosa y sin llenadera, ha hecho ingrata la vida de millones de mexicanos y, además, llevó a la presidencia a una persona incapaz de garantizar la tranquilidad y la paz social.
Calderón, como ha quedado demostrado, no es un hombre de Estado. Calderón, repito, le pegó un garrotazo a lo tonto al avispero y ahora todos estamos pagando las consecuencias. Fue irresponsable y torpe declarar la guerra a la delincuencia organizada sin conocer la realidad y sin un plan integral que pusiera el énfasis en el desarrollo social.
Una y otra vez hemos insistido que la forma más eficaz y humana de enfrentar la inseguridad y la violencia, pasa por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población. Las medidas coercitivas no resuelven el problema. No basta con el ejército, la policía, las cárceles, las amenazas de mano dura y con leyes más severas. Se requiere atender, antes que nada, las demandas de trabajo y bienestar.
El proceder de Calderón en ésta materia ha dañado gravemente al país. Han perdido la vida; y eso es lo más lamentable, miles de seres humanos, algo que no sucedía desde la Revolución. Por si fuese poco, se ha desgastado al ejército y se está alentando a los criollos que quieren anexarnos y a quienes siempre están esperando intervenir desde el extranjero en asuntos que sólo competen a los mexicanos.
Por eso, llamamos al Gobierno de Estados Unidos a que respete nuestra soberanía, que no se aproveche de las circunstancias ni abuse de la debilidad de Calderón. Cooperación sí, intervencionismo no.
También queremos dejar en claro que nuestro movimiento no apuesta a edificar la nueva República sobre las ruinas de México.
Siempre hemos actuado con responsabilidad y lo seguiremos haciendo. Desde agosto del 2007, fuimos los primeros en advertir, públicamente, que se avecinaba el agravamiento de la crisis, que habría problemas de recesión, desempleo y devaluación. Al mismo tiempo, urgimos al gobierno a que se tomaran medidas para atemperar los daños a la economía y al bienestar del pueblo. Y no hicieron caso.
Más tarde, el 28 de septiembre de 2008, en el zócalo de la ciudad de México, propusimos al Congreso un plan anticrisis y tampoco hicieron nada.
Ahora, de nuevo, exhortamos a los que realmente mandan, a Felipe Calderón o a quien corresponda, a que se decidan, por el bien de México, a cambiar la política económica empezando por crear empleos y atender a los jóvenes para garantizar la tranquilidad y la seguridad pública.
Antes que ninguna otra cosa, es urgente proteger y generar nuevos empleos, como también es indispensable hacer efectivo el derecho a la educación. ¿Cómo hacerlo? Poniendo en práctica un amplio programa de construcción de obras públicas para lograr un efecto multiplicador; es decir, reactivar rápido la economía, poner a trabajar a la gente y hacer la infraestructura que se necesita en el país.
En mis recorridos por la República, he podido constatar que el principal clamor es la falta de empleo y no he visto obras en proceso por ninguna parte. La industria de la construcción está paralizada. Un dato: en Ciudad Juárez, más de la mitad de sus calles no tiene pavimento.
En cuanto a los jóvenes, es indispensable aprobar de inmediato un programa de becas para estudiantes de escuelas preparatorias, institutos y universidades públicas, algo parecido a lo que aplica el Gobierno del Distrito Federal.
También hay que invertir en la construcción de escuelas de nivel medio superior y ampliar espacios en universidades públicas para que ningún joven sea rechazado.
Los recursos necesarios para implementar este plan de empleo y atención a los jóvenes podrían salir, como siempre lo hemos sostenido, de ahorros en el presupuesto por la aplicación de una política de austeridad republicana. Como decía Juárez, que los funcionarios aprendan a vivir en la justa medianía. Nunca se justifica el dispendio, la ostentación y el derroche, menos en épocas de crisis, cuando está de por medio la seguridad y el bienestar del pueblo.
Amigas y amigos:
En las actuales circunstancias, muchos se entristecen y piensan que no hay salidas; otros, aunque tienen ideas progresistas, se deprimen y se amargan la vida. Tenemos que seguir alentando a todos. No a la desesperanza. Sí podemos sacar adelante al país. Además vamos bien, el tiempo y la realidad nos están dando la razón y estamos haciendo lo correcto: trabajando todos los días para despertar las conciencias y organizar al pueblo con el propósito de transformar la vida pública de México.
No perdamos el tiempo en estar viendo lo que hace la llamada clase política. Ellos son achichincles de los potentados, sin principios y sin ideales, sólo buscan su interés personal o de la pequeña secta a la que pertenecen. Tampoco que nos preocupe tanto el que la mafia quiera por anticipado imponer a Peña Nieto con el respaldo de Salinas y la campaña mediática de Televisa. Tengamos confianza en el pueblo. Al pueblo se le engaña una vez, dos veces, pero no se le puede engañar toda la vida.
Eso sí, hagamos nuestro trabajo para que el día de mañana nadie nos diga que no sabía de la existencia de otro proyecto alternativo, distinto al camino trillado de siempre. Y pensemos que la obra de transformación que estamos iniciando, si no podemos concluirla nosotros, ya vendrán las nuevas generaciones a consumarla. Pero siempre tengamos presente que se trata de algo verdaderamente trascendente, humano y grandioso.
Es mucho el desafío. Enfrentamos intereses muy poderosos pero también es un timbre de orgullo tener la oportunidad de hacer historia.
Son momentos para demostrar de qué estamos hechos. Sigamos siendo rebeldes ante la opresión y la ignominia. No aceptemos la paradoja de vivir en un país rico con pueblo pobre. México es de todos y no de unos cuantos.
Sigamos luchando hasta lograr que haya patria para todos, patria para el pobre, patria para el humillado.
¡Que viva el pueblo de México!
¡Viva Juárez!
¡Viva México!
¡Viva México!
¡Viva México!
¡Viva Juárez!
¡Viva México!
¡Viva México!
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