14 de abril de 2010

¿Martín y Bryan Almanza o Paulette Gebara Farah? | David Velasco

Maestro David Velasco académico del ITESO
en su participación semanal 
En el programa Forma y Fondo, de RadioMetropoli
Con los periodistas



Radio Metrópoli. 14/04/2010.
De enorme notoriedad ha alcanzado el tratamiento mediático de la muerte de la niña Paulette Gebara Farah. Hasta algunos de los más atentos observadores de la vida nacional le dedica espacio sólo porque considera que se trata de una interesantísima novela policiaca que, como todos sabemos, las novelas policiacas son uno de los más exquisitos y finos ejercicios de análisis político que podamos encontrar. Pero, ¿recuerda usted los nombres de Martín y Bryan Almanza? Ahí no hay demasiadas truculencias, salvo el ocultamiento de la información. Claro, se trata del asesinato, hasta ahora impune, por parte de miembros del ejército federal que les dispararon por la espalda y les lanzaron granadas de fragmentación, a pesar de los gritos de los padres para que no dispararan porque iban niños en la camioneta en la que viajaban hacia una playa en Tamaulipas.

No nos detengamos en los detalles en que ocurrieron la muerte de Paulette y de Martín y su hermanito Bryan. Llamo la atención sobre el manejo que los medios de comunicación, en especial la televisión le han dado al caso Paulette. Estamos ante un caso emblemático del papel de la televisión como la gran ocultadora de los grandes problemas nacionales. El uso y el abuso del morbo, del amarillismo, del vender a toda costa, del uso de técnicas de suspenso y melodrama, de grave intromisión en la vida privada de las personas para deleite de telespectadores que, de esa manera, asisten a una evasión a sus problemas cotidianos de violencia generalizada, desempleo, encarecimiento de alimentos y medicinas y, sobre todo, ignorando lo que ocurre en las esferas del poder burocrático, ahí donde deciden si se cancelan las líneas de teléfonos móviles, o se regala concesiones de radio y televisión sin licitación en desacato a la resolución de la SCJN que consideró inconstitucional ese aspecto de la, ahora resucitada Ley Televisa. 
El caso Paulette y el manejo que hace de él la televisión hacen olvidar, no sólo las muertes de otros niños como Martín y Bryan – dos de los casi 1,500 niños que reporta la fracasada guerra contra el crimen organizado – sobre todo, hacen olvidar la lenta privatización del petróleo y la energía eléctrica, la transferencia sistemática de recursos públicos a riquezas privadas, de la práctica ilegal de la presencia del ejército en las calles, cuando, constitucionalmente, debieran estar en sus cuarteles. Paulette ayuda a olvidar, por no decir que a ignorar, que son cuantiosas las sumas de dineros públicos a empresas privadas y que el petróleo, el gas y la electricidad ya casi son propiedades privadas. Pero quizá, lo más grave, es que Paulette nos ayuda a ignorar que lo que ahora es ilegal, como es la presencia del ejército en funciones de policía, se quiere legalizar.

Pero, sí, hay un pero... México tendrá que rendir cuentas este jueves 15 de abril, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por los casos de las mujeres indígenas violadas por militares. Los casos de Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo Cantú, indígenas del municipio de Ayutla de los Libres, Guerrero, violadas por militares del 41 batallón de infantería durante el primer trimestre de 2002. Con este caso, sería el tercero casi en serie, luego de los fallos de la Corte en contra de México por el caso Campo Algodonero – de mujeres asesinadas en Cd. Juárez – y el de Rosendo Radilla, por desaparición forzada, ahora le toca al estado mexicano rendir cuentas por este caso de las mujeres indígenas violadas por militares.

Junto a estas buenas noticias que, con todo y Paulette como cortina de humo, está también la aprobación por unanimidad de los senadores de la reforma constitucional en materia de derechos humanos. No hay que echar las campanas al vuelo, porque no es para tanto. Pero sí valdrá la pena detenernos un poco en sus alcances y sus limitaciones. Y que Paulett no nos borre la memoria.