18 de abril de 2010
Temacapulín, entre tesón y dignidad || JORGE GÓMEZ NAREDO
En Temacapulín la gente anda enojada. Anda llena de ira. Se observa nomás llegar al poblado ubicado en los Altos de Jalisco. En las paredes del pueblo, cientos de mantas, carteles y pintas dicen con diferentes palabras lo mismo: que no les roben su pueblo, que no se los inunden, que no se los maten. Sí, la gente anda enojada. Anda llena de coraje, con ganas de continuar en pie, gritando que no, que Temaca no se muere, que Temaca vive y seguirá viviendo.
El desdén oficial ha sido la regla en la historia reciente de Temacapulín: hasta hace poco, los funcionarios públicos no se paraban por ahí. Rara vez un diputado hacía acto de presencia. No había senadores que fueran a hablar con la gente. Los gobernadores no sabían de la existencia de Temaca. ¿Un presidente?, ¡jamás! Pero desde que lo quieren inundar, las cosas han cambiado. Y tan se han transformado que el viernes pasado 26 legisladores federales (10 senadores y 16 diputados) se pusieron ahí en la plaza, hablaron con la gente y dijeron que estaban con ellos y que los acompañarían en su lucha. Fueron legisladores del PRD y del PT. Sí, en Temaca algo ha cambiado.
Los de Temaca andan enojados, llenos de ira. En cualquier ocasión muestran su indignación. Ejemplos hay muchos. El más reciente fue cuando María Alcaraz Martínez dirigió unas palabras a los legisladores que visitaban su pueblo. Ella habló, y los legisladores escucharon. En su discurso se condensaron la irritación, el pundonor, el tesón, la ira, el desazón y la dignidad: “Llevamos cinco años de lucha y seguimos de pie […] No nos vamos a salir de Temaca, no somos animales para que nos lleven de un potrero a otro. Aquí vamos a vivir, y aquí vamos a estar en nuestro pueblo: no lo vamos a dejar…, sólo muertos”.
Estas palabras fueron escuchadas reflexivamente por un poblador de Temaca que cargaba en sus manos una cartulina amarilla con un mensaje pintado en letras verdes: “No es lo mismo vivir con el miedo de perder la tierra a vivir luchando por defenderla”. A su lado, una señora, morena como la tierra, en un cartel exponía: “Nuestras sagradas tierras afectadas por la presa El Zapotillo se defienden con el derecho que da la civilización sobre la barbarie, la moral contra el crimen. Nada es más débil que la fuerza empleada en oprimir”.
Claudia Gómez es integrante del colectivo COA y asesora jurídica de los pobladores de Temacapulín. Sabe perfectamente la situación, el cómo va la defensa. El viernes pasado, ante legisladores del PT y del PRD que visitaron el poblado de los Altos de Jalisco que se pretende inundar, describió claramente los mecanismos que se han usado: “se han recorrido todos los niveles de gobierno, todas las posibilidades legales, jurídicas y administrativas. Se ha ido al Congreso, a la Cámara de Diputados, a la Cámara de Senadores, se hicieron puntos de acuerdo en los dos lados, se fue al Congreso del Estado, se fue al Ejecutivo federal, hubo reuniones con el gobierno del Estado de Jalisco, hubo reuniones municipales, hubo acciones internacionales, pero el gobierno no entiende a la gente y no ha habido respuesta”.
Los de Temaca han ido de aquí para allá, han tenido reuniones, concentraciones, mítines, charlas, conferencias, entrevistas…, han hecho presencia. Han estado ejerciendo su dignidad, y su inteligencia. Han dado la lucha por la vía legal. Hay una suspensión judicial al plan de reubicación, pero las autoridades empecinadas por la construcción de la presa El Zapotillo han mostrado desdén, puro desdén. Las máquinas para edificar el embalse están trabajando ya. Los del pueblo están hartos de ellas, y es que perforan sus tierras y pretenden inundar su pasado y su presente: negarles el futuro. Los de Temaca saben que sus argumentos son más convincentes, que ellos ganan, que tienen la razón. No dejan de rezar ni de pedirle al Cristo que un día se les apareció en una roca la recapacitación de las autoridades: “Señor de la Peñita, reubícales el cerebro a nuestros gobernantes para que piensen mejor y cancelen la presa El Zapotillo”.
El viernes pasado, cuando López Obrador y 26 legisladores hablaban con los habitantes de Temacapulín, se miró cómo se intimida en Jalisco, cómo se las gasta Emilio González Márquez. Llegaron policías con lentes oscuros y metidos en sus uniformes grises, montando 7 gigantescas camionetas RAM 2500, sin placas y con los números de unidad tapados por una cinta negra. Bajaron como si fueran a una refriega contra sicarios del narcotráfico, portando en sus manos fusiles AR-15 (capaces de escupir cien balas en unos cuantos segundos). Llevaban también, enrolladas en sus piernas, pistolas calibre 45. Sus chalecos sostenían varios radios desde donde salían constantemente voces. Se apostaron alrededor de la plaza: eran 27 elementos de la Policía Estatal y 12 policías del municipio de Cañadas de Obregón. Porfirio Muñoz Ledo, diputados del PT, al atisbar su presencia, se dirigió hacia ellos y les dijo, con voz firme, que eran diputados y senadores y que venían a un acto democrático; les instó, “siguiendo la Constitución y la ley”, a retirarse, porque no había narcos, ni delincuentes ni asesinos.
Quien se dijo el comandante Hernández argumentó que estaban patrullando la zona, que era su trabajo y que se quedarían ahí. Y ahí se quedaron unos cuantos, en la esquina de la plaza, con sus AR-15, como si pronto fueran a entrar a un cruento combate. Se les cuestionó si venían a Temaca por la presencia de López Obrador y de los legisladores. Dijeron que estaban en un operativo “cotidiano”. Fue todo. Pronto, los del pueblo desmintieron a los policías: casi nunca se aparecen, y cuando lo hacen, arriban en dos o tres patrullas. No más. “Lo hicieron por venir a hacer desmadre”, dijo una señora de pelo blanco que sonreía por la presencia de López Obrador en Temaca.
El diputado Enrique Ibarra anunció en Temaca que los legisladores ahí presentes firmaron un manifiesto. Y lo leyó. En el primero punto, la gente estalló en júbilo: “solicitamos se cancele de inmediato, y de manera definitiva, el proyecto de la presa el Zapotillo”. Aplausos, vivas, y el canto de “Temaca vive, la lucha sigue”. Andrés Manuel López Obrador se comprometió a llevar el tema a otras instancias, e incluirlo en la próxima Cumbre del Clima de la Organización de las Naciones Unidas, a celebrarse en la ciudad de México. Para el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal, en el proyecto de la presa El Zapotillo, “todo es puro dinero, todo es pura corrupción, están seguramente funcionario del PAN coludidos con empresarios de la construcción, que es lo que siempre hacen”.
Temaca es un pueblo consciente de su valía y de su historia. Sus habitantes no quieren irse. No quieren ser trasladados ni reubicados ni desalojados. Quieren estar donde nacieron, donde viven, donde están sus muertos y sus recuerdos, los olores que huelen, los sabores que prueban. Emilio Jáuregui, joven que ha vivido toda su vida en Temaca, después de la visita de los legisladores a su pueblo, comentó: “el gobierno está cometiendo un atropello contra la gente de aquí”. Y agregó enojado, con indignación: “aquí somos más de mil personas que no contamos para los gobiernos. Ellos nos quieren sacar como si fuéramos unos pinches animales y mandarnos a otro lugar”. José Merced, amigo de Emilio, que nació en Temaca y trabaja en Monterrey, tampoco quiere que se muera su terruño: “Es algo gacho. Yo voy a regresar a mi pueblo, y si lo llegan a inundar, ¿luego qué chingado?, ¿a dónde llego? Se te quita lo que has vivido aquí”.
Juliana Limón, el viernes pasado, se puso de manteles largos por la visita de los legisladores y preparó varios litros de agua de jamaica, que regaló a quien se acercara a una mesita que colocó en una esquina de la plaza. Como habitante de Temaca, quiere la tranquilidad, “que nos dejen en paz”, dijo con esperanza y optimismo por la vista de López Obrador a su pueblo. Isaura Gómez, al lado de Juliana, agregó: “primeramente el señor de la Peñita y la Virgen de los Remedios, con esto vamos a triunfar”.
La plaza se quedó casi vacía después de la visita de López Obrador y los 26 legisladores. Sólo se mira a Josefa Gómez ayudada por Cuca Gómez en su trayecto de regreso a su hogar. Josefa ya no puede caminar rápido: le duelen sus piernas. Un bastón la ayuda, pero no es suficiente. Su voz apenas es audible. Vino a la plaza a mirar a López Obrador. No quiere que la reubiquen. Sus más de 82 años los ha pasado en Temaca, y los que le quedan, los quiere seguir pasando ahí, en su pueblo. Repetía trabajosamente: “no queremos perder nuestra casa”. Y la “casa”, para doña Josefa, no son cuatro paredes: la casa, para ella, es la tierra que pisa, la tierra que la vio crecer, que le dio alegrías y tristezas, que ahora le da vida. Como Josefa, los de Temaca no quieren perder su casa, su tierra: ellos la quieren y por ella se mueren.
Algo ha cambiado
El desdén oficial ha sido la regla en la historia reciente de Temacapulín: hasta hace poco, los funcionarios públicos no se paraban por ahí. Rara vez un diputado hacía acto de presencia. No había senadores que fueran a hablar con la gente. Los gobernadores no sabían de la existencia de Temaca. ¿Un presidente?, ¡jamás! Pero desde que lo quieren inundar, las cosas han cambiado. Y tan se han transformado que el viernes pasado 26 legisladores federales (10 senadores y 16 diputados) se pusieron ahí en la plaza, hablaron con la gente y dijeron que estaban con ellos y que los acompañarían en su lucha. Fueron legisladores del PRD y del PT. Sí, en Temaca algo ha cambiado.
El apoyo
En el cruce de la calle Porfirio Díaz (sí, en Temaca hay una calle que se llama Porfirio Díaz) y Aldama, un camión de pasajeros llegó. La gente se agolpó a su alrededor. De él bajó Andrés Manuel López Obrador, presidente legítimo de México. Tras él se apearon diputados y senadores: Ifigenia Martínez, Alejandro Encinas, Yeidckol Polevnsky, Mario di Costanzo, Agustín Guerrero, Leticia Quezada, Alberto Anaya, Teresa Guadalupe Reyes, Porfirio Muñoz Ledo, Laura Itzel Castillo. En total 26 legisladores. Caminaron por el pueblo, se dirigieron al museo de la localidad: vieron fotos, vieron vestigios de Temaca, recibieron explicaciones de cómo nació y creció el pueblo, de cómo apareció el Señor de la Peñita y porqué la Virgen de los Remedios ha sido tan milagrosa. Pasaron a la iglesia, y después, a la plaza, la plaza que está en medio del pueblo, que es grande y tiene su quiosco. López Obrador pudo ver a ocho niños uniformados de rojo, cada uno con pancartas; en una de ésas se leía: “Soy de Temaca, amo Temaca, seguiré en Temaca”. Hubo aplausos y vivas cuando los legisladores hicieron su arribo, hubo consignas de “Es un honor estar con Obrador”. Y es que, dijo un poblador, “este presidente sí visita Temaca”. A un lado del quiosco, a unos cuantos metros de donde los legisladores charlaron con la población, un cartel pintado con letras negras, bien negras, indicaba: “Los ojos del mundo están en Temacapulín”.Indignación
Los de Temaca andan enojados, llenos de ira. En cualquier ocasión muestran su indignación. Ejemplos hay muchos. El más reciente fue cuando María Alcaraz Martínez dirigió unas palabras a los legisladores que visitaban su pueblo. Ella habló, y los legisladores escucharon. En su discurso se condensaron la irritación, el pundonor, el tesón, la ira, el desazón y la dignidad: “Llevamos cinco años de lucha y seguimos de pie […] No nos vamos a salir de Temaca, no somos animales para que nos lleven de un potrero a otro. Aquí vamos a vivir, y aquí vamos a estar en nuestro pueblo: no lo vamos a dejar…, sólo muertos”.
Estas palabras fueron escuchadas reflexivamente por un poblador de Temaca que cargaba en sus manos una cartulina amarilla con un mensaje pintado en letras verdes: “No es lo mismo vivir con el miedo de perder la tierra a vivir luchando por defenderla”. A su lado, una señora, morena como la tierra, en un cartel exponía: “Nuestras sagradas tierras afectadas por la presa El Zapotillo se defienden con el derecho que da la civilización sobre la barbarie, la moral contra el crimen. Nada es más débil que la fuerza empleada en oprimir”.
Los caminos recorridos: los argumentos
Claudia Gómez es integrante del colectivo COA y asesora jurídica de los pobladores de Temacapulín. Sabe perfectamente la situación, el cómo va la defensa. El viernes pasado, ante legisladores del PT y del PRD que visitaron el poblado de los Altos de Jalisco que se pretende inundar, describió claramente los mecanismos que se han usado: “se han recorrido todos los niveles de gobierno, todas las posibilidades legales, jurídicas y administrativas. Se ha ido al Congreso, a la Cámara de Diputados, a la Cámara de Senadores, se hicieron puntos de acuerdo en los dos lados, se fue al Congreso del Estado, se fue al Ejecutivo federal, hubo reuniones con el gobierno del Estado de Jalisco, hubo reuniones municipales, hubo acciones internacionales, pero el gobierno no entiende a la gente y no ha habido respuesta”.
Los de Temaca han ido de aquí para allá, han tenido reuniones, concentraciones, mítines, charlas, conferencias, entrevistas…, han hecho presencia. Han estado ejerciendo su dignidad, y su inteligencia. Han dado la lucha por la vía legal. Hay una suspensión judicial al plan de reubicación, pero las autoridades empecinadas por la construcción de la presa El Zapotillo han mostrado desdén, puro desdén. Las máquinas para edificar el embalse están trabajando ya. Los del pueblo están hartos de ellas, y es que perforan sus tierras y pretenden inundar su pasado y su presente: negarles el futuro. Los de Temaca saben que sus argumentos son más convincentes, que ellos ganan, que tienen la razón. No dejan de rezar ni de pedirle al Cristo que un día se les apareció en una roca la recapacitación de las autoridades: “Señor de la Peñita, reubícales el cerebro a nuestros gobernantes para que piensen mejor y cancelen la presa El Zapotillo”.
La intimidación
El viernes pasado, cuando López Obrador y 26 legisladores hablaban con los habitantes de Temacapulín, se miró cómo se intimida en Jalisco, cómo se las gasta Emilio González Márquez. Llegaron policías con lentes oscuros y metidos en sus uniformes grises, montando 7 gigantescas camionetas RAM 2500, sin placas y con los números de unidad tapados por una cinta negra. Bajaron como si fueran a una refriega contra sicarios del narcotráfico, portando en sus manos fusiles AR-15 (capaces de escupir cien balas en unos cuantos segundos). Llevaban también, enrolladas en sus piernas, pistolas calibre 45. Sus chalecos sostenían varios radios desde donde salían constantemente voces. Se apostaron alrededor de la plaza: eran 27 elementos de la Policía Estatal y 12 policías del municipio de Cañadas de Obregón. Porfirio Muñoz Ledo, diputados del PT, al atisbar su presencia, se dirigió hacia ellos y les dijo, con voz firme, que eran diputados y senadores y que venían a un acto democrático; les instó, “siguiendo la Constitución y la ley”, a retirarse, porque no había narcos, ni delincuentes ni asesinos.
Quien se dijo el comandante Hernández argumentó que estaban patrullando la zona, que era su trabajo y que se quedarían ahí. Y ahí se quedaron unos cuantos, en la esquina de la plaza, con sus AR-15, como si pronto fueran a entrar a un cruento combate. Se les cuestionó si venían a Temaca por la presencia de López Obrador y de los legisladores. Dijeron que estaban en un operativo “cotidiano”. Fue todo. Pronto, los del pueblo desmintieron a los policías: casi nunca se aparecen, y cuando lo hacen, arriban en dos o tres patrullas. No más. “Lo hicieron por venir a hacer desmadre”, dijo una señora de pelo blanco que sonreía por la presencia de López Obrador en Temaca.
Un compromiso
El diputado Enrique Ibarra anunció en Temaca que los legisladores ahí presentes firmaron un manifiesto. Y lo leyó. En el primero punto, la gente estalló en júbilo: “solicitamos se cancele de inmediato, y de manera definitiva, el proyecto de la presa el Zapotillo”. Aplausos, vivas, y el canto de “Temaca vive, la lucha sigue”. Andrés Manuel López Obrador se comprometió a llevar el tema a otras instancias, e incluirlo en la próxima Cumbre del Clima de la Organización de las Naciones Unidas, a celebrarse en la ciudad de México. Para el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal, en el proyecto de la presa El Zapotillo, “todo es puro dinero, todo es pura corrupción, están seguramente funcionario del PAN coludidos con empresarios de la construcción, que es lo que siempre hacen”.
Temaca, con sonrisa y mano empuñada
Temaca es un pueblo consciente de su valía y de su historia. Sus habitantes no quieren irse. No quieren ser trasladados ni reubicados ni desalojados. Quieren estar donde nacieron, donde viven, donde están sus muertos y sus recuerdos, los olores que huelen, los sabores que prueban. Emilio Jáuregui, joven que ha vivido toda su vida en Temaca, después de la visita de los legisladores a su pueblo, comentó: “el gobierno está cometiendo un atropello contra la gente de aquí”. Y agregó enojado, con indignación: “aquí somos más de mil personas que no contamos para los gobiernos. Ellos nos quieren sacar como si fuéramos unos pinches animales y mandarnos a otro lugar”. José Merced, amigo de Emilio, que nació en Temaca y trabaja en Monterrey, tampoco quiere que se muera su terruño: “Es algo gacho. Yo voy a regresar a mi pueblo, y si lo llegan a inundar, ¿luego qué chingado?, ¿a dónde llego? Se te quita lo que has vivido aquí”.
Juliana Limón, el viernes pasado, se puso de manteles largos por la visita de los legisladores y preparó varios litros de agua de jamaica, que regaló a quien se acercara a una mesita que colocó en una esquina de la plaza. Como habitante de Temaca, quiere la tranquilidad, “que nos dejen en paz”, dijo con esperanza y optimismo por la vista de López Obrador a su pueblo. Isaura Gómez, al lado de Juliana, agregó: “primeramente el señor de la Peñita y la Virgen de los Remedios, con esto vamos a triunfar”.
La plaza se quedó casi vacía después de la visita de López Obrador y los 26 legisladores. Sólo se mira a Josefa Gómez ayudada por Cuca Gómez en su trayecto de regreso a su hogar. Josefa ya no puede caminar rápido: le duelen sus piernas. Un bastón la ayuda, pero no es suficiente. Su voz apenas es audible. Vino a la plaza a mirar a López Obrador. No quiere que la reubiquen. Sus más de 82 años los ha pasado en Temaca, y los que le quedan, los quiere seguir pasando ahí, en su pueblo. Repetía trabajosamente: “no queremos perder nuestra casa”. Y la “casa”, para doña Josefa, no son cuatro paredes: la casa, para ella, es la tierra que pisa, la tierra que la vio crecer, que le dio alegrías y tristezas, que ahora le da vida. Como Josefa, los de Temaca no quieren perder su casa, su tierra: ellos la quieren y por ella se mueren.
TAG: Opinion, Temacapulin Comunidad
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