5 de diciembre de 2009

Reelección - Enrique Ibarra Pedroza

En contra de lo que pudiera pensarse, el tema de la reelección de los diputados y senadores que hace días puso en la mesa de discusión el presidente de facto, Felipe Calderón, es de los más controvertidos y añosos de nuestra vida pública. Nuestras primeras dos constituciones, la de Cádiz de 1812 y la de Apatzingan del 24 las prohibían. Las sucesivas de 1936, 43, 47 y 57 del siglo pasado, y el texto original de la de 1917, la posibilitaban.

Luego vino el asesinato de Álvaro Obregón en 1928, y el naciente PNR (antecesor del PRI), presentó a finales de 1932 a la Cámara de Diputados la iniciativa para implantar la no reelección del presidente, y de paso la extendió a diputados, senadores y alcaldes. La motivación de fondo de Plutarco Elías Calles fue debilitar al Poder Legislativo y supeditarlo al Ejecutivo, lo que derivó en el presidencialismo exacerbado.

Otro intento por echar abajo la no reelección legislativa ocurrió en 1965. La Cámara de Diputados, a propuesta de Vicente Lombardo, aprobó modificar el artículo 59 constitucional, y posibilitar la reelección indefinida de los diputados. Sin embargo el presidente Gustavo Díaz Ordaz y el presidente del PRI, Carlos Madrazo, en el Senado, integrado en su totalidad por priistas, la votaron en contra para seguir manteniendo la hegemonía del presidencialismo.

Nació así la época del PRI-gobierno, y con la alternancia en el 2000, el PAN-gobierno, ambas simbiosis, significan que diputados y senadores, lejos de representar a los intereses de la gente, del pueblo que los eligió, representan y obedecen —salvo raras excepciones— al presidente en turno, a las dirigencias de sus partidos o a los intereses oligárquicos del país.

Independientemente de la iniciativa de Calderón, considero que debe aprobarse la reelección en el legislativo, entre otras razones, para que el representante popular rinda cuentas ante quienes lo eligieron, y que éstos decidan si lo premian o lo castigan, y que no sean las dirigencias partidistas las que decidan sus oportunidades políticas.

Con ello se fortalecería el Poder Legislativo en una función que hasta la fecha no practica, como la de ser contrapeso efectivo del Ejecutivo.

Considero que a diferencia de las prácticas de otros países, debe ser una reelección acotada: una para los senadores y dos para los diputados. Además debe ser vedada para los plurinominales, los que podrían ser reelectos por la vía de voto mayoritario, y por supuesto no aplicable a los legisladores que votaran su aprobación.
enriqueibarra52@hotmail.com