23 de febrero de 2010

Alfaro vs. Padilla | Jaime Barrera Rodríguez

 "Tengo como costumbre no responderle a los perros cuando me ladran. Menos cuando tienen rabia. Prefiero platicar con el dueño del perro”, soltó del otro lado de la línea, Raúl Padilla López, cuando le pregunté ayer del manifiesto por la dignidad de Tlajomulco, que horas antes había leído el alcalde perredista, Enrique Alfaro Ramírez.

-¿Pero qué respondes a los señalamientos?, le insistí- "No tengo opinión. No quiero opinar de momento". Así, con esa respuesta escueta, pero beligerante, Raúl rompió los silencios con que habitualmente enfrenta a sus detractores. Ni en el momento más álgido de su disputa con el rector depuesto y extinto Carlos Briseño, contestó a alguno de sus señalamientos de tener secuestrada la Universidad de Guadalajara. Lo más que le motivó fue responderle con una carta pública donde descalificaba sus acusaciones al recordarle que, de la noche a la mañana, había pasado de ser su más fiel colaborador durante más de 20 años al más severo de sus críticos. Días después vino su caída, y hasta entonces Padilla se dejó ver en una rueda de prensa de la FIL, donde relajado comentó que nunca le preocupó lo que Briseño dijo de él.

Esta vez Raúl salió de inmediato a responder a un político que no le debe su carrera al Grupo UdeG, sino que ni siquiera estudio en esa casa de estudios, pese a que su padre fue rector. Es más, hay muchos que con el episodio de ayer, recordaron los roces de Enrique Alfaro padre, cuando fue rector, con el entonces joven líder de la Federación de Estudiantes de Guadalajara, Raúl Padilla López, en la década de los 80`s.

Estas circunstancias marcan diferencias entre el enfrentamiento con el finado Briseño y el que le estalló ayer con Alfaro, quien le reclamó directamente querer imponerle el 60 por ciento de sus funcionarios y bloquear la construcción de un centro universitario en ese municipio entre otras cosas.

La estrategia de los Tlajomulco boys, de sacar de los sótanos, de la clandestinidad, los acuerdos que se estilan en la clase política -donde Padilla se mueve como pez en el agua-, y de ponerle nombre y apellido a las acusaciones, pareció ubicar la batalla en terrenos no tan cómodos para el ex rector.

Los señalamientos directos a Padilla hicieron insuficientes las intervenciones de su incondicional, el dirigente del PRD, Antonio Magallanes, quien dijo que todo se debía a que Alfaro era un ‘pelele’ del Gobierno del Estado y de El Yunque, y que por eso lo iban a expulsar del PRD. Raúl tuvo que salir a decir lo mismo, pero con otra metáfora.

Lo cierto es que a menos de dos meses de arrancada su administración, Alfaro se enfrenta a un personaje al que no han podido acotar ni gobernadores priistas ni panistas, y que mantiene toda una red de relaciones dentro y fuera de la Universidad.

Pero también es cierto que Raúl necesitará más que frases lapidarias para enfrentar las puntuales acusaciones que le lanzó ayer su correligionario, el alcalde perredista de Tlajomulco.
 
jaime.barrera@milenio.com