28 de febrero de 2010

Alianzas bizarras | Ruben Martín

A estas alturas del partido, todavía hay muchos escépticos acerca de la crisis que padece el sistema político liberal en el país. Algunos ilusos todavía creen que es posible cambiar el actual estado de cosas de la nación apostando por los partidos, por las elecciones y por todos los rituales liberales que mandan ser un ciudadano-contribuyente bien portado y disciplinado, y apostar a que la “fuerza de los ciudadanos” obligue a los políticos y a la clase gobernante, ahora sí, a tomar en cuenta las demandas de la población.

Pues bien, aquí va un botón de muestra más que confirma la decadencia y crisis de los rituales y prácticas políticas que ofrece el sistema político liberal como vía o método para cambiar las cosas en el país.

El ejemplo es el pacto político que han sellado las dirigencias nacionales de los partidos Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD) para ir juntos en varias elecciones estatales.

Éste año se celebrarán comicios en catorce estados del país, en todos se renovarán los Congresos estatales y las alcaldías, y en doce entidades, además, habrá elecciones para gobernador.

El punto de partida para entender esta alianza es que la clase política mexicana tiene un tremendo pastel por repartir este año.

El segundo punto es que para los partidos y la clase gobernante todo lo que ocurre en el ámbito de la política tiene qué situarse en una sola arena, bajo una sola óptica: la lucha por el poder en el año 2012.

El tercer punto es que tanto PAN como PRD creen que el PRI les lleva ventaja y que solos no ganarán en la mayoría de comicios.

Todo esto fue la justificación para construir una de las alianzas políticas más bizarras establecidas entre los partidos en muchos años.

De unas semanas a la fecha empezamos ver con frecuencia a César Nava del PAN y a Jesús Ortega Martínez del PRD compartiendo escenarios y posiciones políticas.

Y ya hay avances. El martes Nava y Ortega acudieron a Puebla y Oaxaca a presentar al candidato de su alianza. En Puebla el acuerdo no podía resultar más bizarro: panistas y perredistas se aliaron para postulara ¡un ex priista! (Rafael Moreno Valle). Lino Korrodi, el artífice financiero de los Amigos de Fox, es la apuesta del PRD en Tamaulipas.

En Hidalgo los candidatos de la alianza bizarra son Xochitl Gálvez y José Guadarrama por el PRD.

Guadarrama es una joyita de los tránsfugas políticos que ha prohijado la transición a la democracia. Guadarrama es un cacique de su natal Jacala, fue militante del PRI partido en el que ocupó diversos cargos. En las elecciones presidenciales de 1988 fue uno de los encargados de operar el fraude en contra de la Cuauhtémoc Cárdenas. En 2001 rompió con el PRI y ahora es el jefe político del perredismo en esa entidad. Es el precandidato a gobernador de los chuchos, sin importar que en su historial hay incluso acusaciones de que guardias suyos han asesinado perredistas. Cuando algunos perredistas en Hidalgo cuestionaban la decisión de la dirigencia del PRD de hacer a Guadarrama su candidato, un enviado del CEN, Graco Ramírez, respondió con puntual pragmatismo: “Hay que sacrificar principios, compañero” (Alberto Nájar, 5 diciembre 2004).

¿Cómo explicarán a sus bases y a sus electores que apenas hace cuatro años estos partidos estaban peleados a muerte por la elección presidencial, que dividieron al país que participa en las elecciones? ¿Cómo justificarán los perredistas aliarse al partido que les arrebató la presidencia mediante un fraude? De ningún modo.

Estos simples ejemplos me parecen más que elocuentes para entender de lo que trata estas alianzas bizarras que están tejiendo el PRD y el PAN: un crudo pragmatismo para conseguir una tajada de poder. Quien sabe quien les crea que su propósito sea tejer una alianza para vencer al autoritarismo priista, y a los dinosaurios Mario Marín o Ulises Ruiz. Sin duda hay dinosaurios y tendencias en el PRI, pero también en el PRD y en el PAN.

Lo que queda claro de esta alianza bizarra es que los partidos no son entidades de interés público, sino maquinarias para que los grupos de poder ganen elecciones. Y una maquinaria para ganar elecciones no va servir a la población. De modo que estas alianzas bizarras son una prueba más de la crisis del sistema liberal en México.