27 de febrero de 2010

Más que un escándalo |Laura Castro Golarte

Quizá para los jaliscienses las repercusiones no trasciendan de un escándalo más y, como todos, efímero e inocuo, sin embargo, la decisión de Enrique Alfaro, presidente municipal de Tlajomulco, de denunciar públicamente presiones de Raúl Padilla López para que su gente ocupara puestos en la administración de ese Ayuntamiento, es por lo menos valiente, y sin duda alguna se sale de esa tendencia de muchos a aparentar.

Puso los puntos sobre las íes y habló de lo que muchos creemos o pensamos o decimos incluso, pero que desde la Universidad de Guadalajara (UdeG) —y no se diga el propio Raúl Padilla— se niegan sistemáticamente a reconocer. Quienes nos hemos referido a esas realidades nos descubrimos sin pruebas, todo se reduce a testimonios, datos aislados, pláticas y confidencias off the record.

En el caso de Alfaro Ramírez, la denuncia no podía ser sino pública y atendiendo a una obligación moral, como él lo dijo, porque no hay documentos para comprobar ni para recurrir a instancias judiciales, no hay bases para ello tampoco, ni presunción de delitos pero… ¿por qué será que todos sabemos en el fondo que es cierto?

No obstante, como nadie lo acepta, es como si estuviéramos locos al hablar de la existencia del Grupo Universidad y del poder que desde hace lustros sigue acumulando Padilla López no sólo al interior de la máxima casa de estudios, sino en otras esferas como la del mismísimo Poder Legislativo del Estado de Jalisco, ahora con más fuerza que en otros momentos.

El poder de Raúl Padilla López es mucho más que una leyenda urbana, pero pocos como Enrique Alfaro se atreven a decirlo con todas sus letras, a sabiendas de que únicamente (y no es poco) es una postura personal que choca con la simulación que campea al respecto, en otros actores políticos.

Ahora bien, la denuncia fue un golpe certero que sorprendió a Raúl Padilla y al séquito de aduladores que lo acompaña, de manera que las declaraciones del propio ex rector y del presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en Jalisco, José Antonio Magallanes, por ejemplo, se salieron de tono, fueron insultantes, bastante corrientes, poco reflexivas.

El alcalde de Tlajomulco dejó muy claro que era Raúl Padilla y no la Universidad de Guadalajara, sin embargo, dado que la institución es la raíz de la fuerza del Grupo y es la segunda vez que se hacen señalamientos públicos y precisos sobre el asunto; y considerando además que se trata de la universidad pública de Jalisco, lo que urge es democratizar a la institución, transparentarla, terminar con el mal uso del talento, acabar con las desigualdades en el seno de la UdeG y entonces sí aspirar a mayores niveles de calidad y excelencia. Y… entonces sí, ir más allá de un escándalo mediático y pasajero.