26 de febrero de 2010

Traidores a la Patria | Esteban Garaiz


Es verdaderamente horripilante cómo la inminente mayoría de los mexicanos, obligados por los sueldos de miseria y constreñidos mentalmente a la obsesión por la sobrevivencia, no podemos lograr como nación una real toma de conciencia sobre los grandes problemas nacionales, sin tiempo real (después de 12 horas de la jornada laboral más transporte y con dos televisoras de canal abierto en contubernio) para informarnos de las grandes decisiones que se toman a nuestras espaldas y que afectan directamente nuestras vidas familiares mucho más de lo que nos damos cuenta. Nos manipulan como a ratoncitos de laboratorio sin que alcancemos a percatarnos de qué hacen con nuestras vidas.

Cuán lejos estamos de la verdadera ciudadanía y de decidir realmente, como soberanos, el rumbo de la nación. Nos asustan con promocionales machacones de 30 segundos (que nosotros pagamos con nuestros impuestos), que remueven nuestros miedos con peligros para México, mientras nos siguen ensartando en la miseria y en la desesperanza y comprometen la soberanía de la nación impunemente. Ya no hace falta invasiones militares. Basta con que firmen quienes detentan el poder republicano que, por ejemplo, se construirá en la Baja California estadounidense un tercer puerto destinado de manera exclusiva al tráfico de California, en Punta Colonet, 200 kilómetrosla Mesilla. al sur de nuestra frontera. Ya no hace falta que Antonio López de Santa Anna venda

Con horror hay que tomar nota de que, un día antes de celebrar con ceremonias escolares en todo el país el Día de la Bandera, Carlos Salinas de Gortari, que retuvo, “haiga sido como haiga sido”, la banda presidencial durante 6 años, haya hecho aterradoras declaraciones, además de documentarlas, de lo que ocurrió a espaldas de los mexicanos en aquel diciembre negro de 1994, en que miles de empresas medianas y pequeñas y cientos de miles de patrimonios familiares quedaron en la ruina, y a partir de entonces el erario nacional (que tenemos que sostener entre todos) haya quedado hipotecado durante 70 años.

La constitución reservaba la pena de muerte para los traidores a la patria. No es intención de esta columna privar a nadie de su vida. Pero es claro que las traiciones no se cometen sólo en el campo de batalla. Pero tener la clara responsabilidad del rezago que venimos arrastrando desde hace 28 años, de haber convenido el llamado Consenso de Washigton, suscrito formalmente o no, pero contradiciendo abiertamente las disposiciones constitucionales; haber aceptado la imposición estadounidense de elevar las tasas de interés de 7 a más de 110 por ciento y haber quebrado así la economía nacional con consecuencias catastróficas por decenios, sólo puede ser calificado de traición a la patria.

En el seminario titulado Privatización Bancaria, Crisis y Resultados del Sector Financiero: Reflexiones Pendientes, organizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, dijo Salinas este martes que Ernesto Zedillo, proporcionó información confidencial en diciembre de 1994 “a unos cuantos empresarios mexicanos sobre la inminente devaluación” y ello ocasionó la fuga de capitales que hizo tambalear las finanzas nacionales “en unas cuantas horas”.

Habría sin duda que preguntarse cómo llegó el país durante los años anteriores, en que se abandonó la rectoría económica del Estado, a tener que ponerse de rodillas para mendigar un crédito que sólo merece el nombre de agiotista. También habría que preguntarle a Carlos Salinas ahora si ya redondea sus presunciones sobre quién mató a Luis Donaldo Colosio con un asesino solitario. Ejemplos sobran.