24 de septiembre de 2010

¿De veras van por El Chapo? || Raymundo RivaPalacio

Joaquín Guzmán Loaera, “El Chapo”, uno de los jefes del Cártel del Pacífico, la leyenda urbana de la delincuencia organizada, está emergiendo para reclamar la fama. El viernes pasado envió colocar una manta en Ciudad Juárez para anunciar que llegó a esa plaza para disputársela a su viejo aliado, Vicente Carrillo Fuentes, jefe del Cártel de Juárez, quien la había mantenido amurallada.

Unas semanas atrás, luego de la muerte de Ignacio Coronel, ninguno de los herederos naturales de uno de los grandes capos del narcotráfico pudo sustituirlo. “El Chapo” envió a su gente a hacerse cargo de Guadalajara, en cuya región se encuentran algunos de los laboratorios de metanfetaminas del Cártel del Pacífico, desde donde han inundado el mercado estadounidense con drogas sintéticas.

El colofón es el recibimiento mundial de una biografía de él (The Last Narco: Inside The Hunt for El Chapo, The World Most Wanted Drug Lord, de Penguin Books), donde su autor Malcolm Beith pinta una historia de violencia, terror y corrupción institucional en México.

Mientras “El Chapo” se convierte en la principal marca del narcotráfico en México y genera sentimientos cruzados y fascinación en el extranjero, a Felipe Calderón le cuestionan frecuentemente porqué no lo han detenido. Cada vez es más insistente la sugerencia de que “El Chapo” tiene un arreglo con el gobierno desde 2001, cuando se fugó de la cárcel de máxima seguridad en Puente Grande. Y cada vez más, Calderón se exaspera.

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