1 de septiembre de 2010

La hipocresía de los valores || Esteban Garaiz

Por supuesto que los valores se forman esencialmente en el seno familiar. Por supuesto que en México perdura, afortunadamente, una preciosa reserva de valores familiares y sociales, a pesar de la sistemática destrucción desde el poder real de los últimos decenios, especialmente por la acción demoledora de una televisión duopólica, desnacionalizadora, desmoralizante y cómplice descarada del gobierno en turno y de los grandes consorcios empresariales. Una televisión que idiotiza y empequeñece, aprovechando que es el único remanso relajante para millones de trabajadores que arriban rendidos a su hogar.

El poder benéfico del “muégano” en la familia numerosa y ramificada como sombra protectora, (el 22.5 por ciento de los hogares), del compadrazgo como sabia institución tradicional de mutua protección colectiva; y, por supuesto el consuelo de las convicciones religiosas en los momentos de angustia. La “maternidad” divina.

La proverbial cortesía pueblerina, que también se está perdiendo gradualmente. Cuando la terrible desgracia del sismo de 1985 se abatió sobre el Valle de México y la capital del país, y el gobierno de entonces entró en pánico y quedó paralizado, sólo la gente y su enorme reserva de solidaridad y cordial fraternidad sacó a flote el orden social y la convivencia en medio del caos material. Fue la sociedad y fueron sus valores.

Bien se puede decir con orgullo y sin arrogancias que esos valores perduran y son parte integrante, la esencial, de nuestra cultura nacional. También hay que decir que parte sustantiva de esa solidaridad incluye una amplísima tolerancia a presencias, apariencias o conductas diferentes a los cánones rígidos y represivos de los órdenes jerárquicos.

Ya hace más de 50 años que el antropólogo Sylvanus Morley hacía notar con asombro que los mayas actuales, incluso varones jóvenes, son bromistas, solidarios y nada competitivos. Se puede generalizar esta apreciación de Morley para toda la población mexicana, tan diferente de la agresividad competitiva anglosajona. El espíritu no muy disciplinado y alérgico al rigor de las normas, también tiene el reverso de una convivencia tolerante e inclusiva. La competitividad queda canalizada al desahogo futbolero.

“La educación se mama”. También la mala leche. Pero si desde los sectores dirigentes se mantiene una política pública de salarios mínimos de 57.50, que obliga al padre y a la madre de familia a buscar fuera, el sustento familiar, con jornadas de 12 horas y más (transporte incluido, que representa el 20 por ciento del salario), es una terrible hipocresía que se apele, desde los mismos sectores dirigentes, a los valores familiares.

Peor aun que se atribuya al abandono familiar de los irresponsables padres de familia, la pérdida de los valores morales de la creciente generación y el surgimiento alarmante de la delincuencia juvenil y aun infantil o la rampante adicción a las drogas.

Hay en México 5 millones y medio de trabajadores con salario mínimo. Más de 300 mil en Jalisco. Ahí está el reto para quien quiera desmentir las cifras oficiales; o salga con la simpleza, de que nadie percibe salario mínimo.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), los jóvenes hombres y mujeres de entre 14 y 29 años representan el 53 por ciento de la población desocupada; y cuatro de cada diez con trabajo ganan menos de dos salarios mínimos. Eso en el Año Internacional de la Juventud.

Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) casi 2 millones (1.9) de jóvenes perciben “hasta un salario mínimo” o sea 57 pesos o menos. Hablar así desde los sectores dirigentes (gobernantes o empresarios) de los valores familiares resulta un cruel sarcasmo y una insoportable hipocresía.

Como hipocresía es castigar a las mujeres violadas que abortan y legislar sobre el derecho antes de nacer cuando en este país, en promedio, se nos mueren tres veces más niños recién nacidos que en Cuba y cuatro veces más que en Portugal; y por supuesto, en las zonas marginadas la cifra va mucho más arriba que el promedio, por falta de atención médica. Sobre su conciencia.

No hablemos de las cifras de Naciones Unidas sobre pobreza patrimonial, o sea el creciente proletariado. La esencia del proletariado, por definición, es la imposibilidad real de formar un patrimonio. Nadie soñará formar un patrimonio con 57.50 diarios. Pero también las clases medias mexicanas, crecientes en el periodo 1940-1982 del vilipendiado siglo XX, han venido sufriendo un severo deterioro y un proceso de proletarización en los últimos decenios. Sin una mínima base material, con las aspiraciones de mejora bloqueadas, es hipócrita hablar de valores.

egaraiz@gmail.com

blog comments powered by Disqus