8 de mayo de 2010

Tempestades | Laura Castro Golarte

La crisis económica no cede, la educación pública es un desastre, la violencia es rampante, la pobreza extrema avanza y la inacción de la clase política adquiere visos de perennidad, es decir, de continuidad incesable.

Y, en este contexto, mientras nos enteramos de los niveles de drogadicción y alcoholismo ahora además en niños, jóvenes y mujeres; mientras conocemos los datos de la mortalidad materna en Jalisco (la más alta del país); mientras continuamos testificando la opulencia de la clase política, y tantas y tantas malas y pésimas noticias, nosotros nos vamos de “puente” y el secretario de Educación, Alonso Lujambio, convoca a los mexicanos a compartir, o por lo menos a leer, las historias de la Revolución contadas por las familias.

Podría convocar, para variar, a que los mexicanos contemos nuestras historias actuales, las urgencias cotidianas, los abusos del poder, la falta de respuestas de los mal llamados servidores públicos, la falta de trabajo y de dinero, las decepciones de un día sí y otro también de la clase política por sus viajes dizque de trabajo, sus vacaciones, sus sueldos, sus prestaciones y su escaso y poco efectivo trabajo, tan escaso y tan ineficiente que no pinta, mucho menos alimenta la esperanza.

Hay un viejo dicho conocido por todos sin duda alguna, que aplica a la perfección: “Estás viendo la tempestad y no te hincas”. La verdad yo no sé, por más que le doy vueltas y vueltas al asunto, a qué se atiene la clase política que no modifica ni un ápice esa conducta reprobable que la sociedad rechaza de muchas formas.

Después del “puente” larguísimo e inesperado, que hasta donde yo sé nadie de la sociedad pidió o exigió, siguen los días de asueto en las escuelas: el 10 de mayo porque las maestras también son mamás o tienen mamá, y el viernes 14 porque el 15, que es el Día del Maestro, cae en sábado y pues no es igual, hay que tomar un día hábil para que se sienta, y con goce de sueldo por supuesto, y la consabida y sempiterna negociación de su incremento salarial y en prestaciones.

¡Qué bien! Síganle… Porque tampoco sé de maestros que estén pidiendo y pidiendo esos descansos, de hecho, sé que a muchos les molesta porque se rompe el ritmo en la enseñanza y aplicación de los programas; son esas decisiones de las dirigencias sindicales con las que creen que tienen contento al magisterio, claro que los alumnos y mucho menos los padres de familia somos importantes o siquiera considerados, ya no se diga la realidad del país y la tragedia de la educación en México.

No entiendo y no veo por dónde, no atino siquiera a especular qué es lo que pasa con nuestra clase política en Guadalajara, en Jalisco, en los demás estados, en México; en qué país viven o qué.

Mientras tanto, la tempestad se multiplica y arrecia.

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