18 de agosto de 2010

Discriminación y tolerancia | David Velasco #ITESO #MatrimonioDF

Maestro David Velasco académico del ITESO
en su participación semanal 
En el programa Forma y Fondode RadioMetropoli
Con los periodistas

Audio:






Radio Metrópoli. 18/08/2010.
La SCJN ha tomado en estos días dos decisiones de enorme trascendencia. Una, la constitucionalidad de los matrimonios entre personas del mismo sexo y, dos, la validez de que puedan adoptar. Una de cal, por las que van de arena. Porque no es lo mismo reconocer que hay responsabilidades, pero no responsables, como en el caso de la Guardería ABC, es decir que no se hace justicia, o se hace a medias; o cuando se comete una gravísima injusticia al declarar constitucional el decreto de extinción de la CLyFC, con el que se echaron a la calle a más de 40 mil trabajadores. O cuando se hace justicia en el caso de Jacinta y sus compañeras indígenas falsamente acusadas de secuestrar agentes federales, o se reconoce la inocencia de los campesinos líderes del FPDT, de San Salvador Atenco. Por tanto, en los vaivenes de la Corte – llamada en ocasiones la Suprema Cortesana o simplemente la Suprema Corte de la Impunidad – en este caso de los matrimonios entre personas del mismo sexo y su derecho a adoptar, es una decisión que hace justicia a seres humanos que padecen una de las mayores y más graves discriminaciones. El problema es que la decisión de la Corte no elimina la homofobia, uno de los rasgos culturales más arraigados entre nosotros.

La decisión de la Corte favorece la tolerancia y crea condiciones para avanzar en la construcción de la democracia a través del reconocimiento de derechos fundamentales. El problema es la discriminación. Cuando se levantaron en armas los indígenas zapatistas, apareció nuestro racismo. Nos descubrimos más racistas de lo que pensábamos. Y seguimos siéndolo cuando a nuestro lado pasa un indígena, hombre o mujer, o niño o anciano. Es una discriminación de carácter étnico. Pero no es la única discriminación. Nos sucede lo mismo con sordos, mudos, ciegos, o cualquier persona con capacidades diferentes. Los discriminamos porque, decimos, “no son como nosotros”. Es la discriminación a personas discapacitadas o con capacidades diferentes, como mejor habría que llamarlas. Si vemos a un joven, hombre o mujer, que viste de negro, se peina de manera especial, usa percings y habla de manera rara, también los discriminamos, pensamos que son delincuentes o parecen delincuentes, o son pandilleros, aunque no lo sean. Es una discriminación por causa de la edad, que también se puede dar en contra de los ancianos que, por cierto, se han registrado un aumento en los casos de violencia intrafamiliar en contra de ellos, los ancianos.

Y así podríamos seguir enumerando las diferentes discriminaciones en las que con frecuencia caemos, mucho más de lo que pensamos. Hay algunas aparentemente sutiles, pero que son origen de violencias mayores, como la discriminación por causa del género, como es el caso de las mujeres y que, en el extremo, han dado lugar a los feminicidios. Pero también hay la discriminación a diversas preferencias sexuales, con todo el debate y polémica que ha originado la decisión de la Corte y que, en el extremo también originan el asesinato por homofobia. Si analizamos con detalle, cada una de las discriminaciones señaladas, en el extremo originan el asesinato. No es casual, por ejemplo, que se hable también de juvenicidios, porque las mayores masacres provocadas en la supuesta guerra contra el narcotráfico, la mayoría son jóvenes y adolescentes.

Si queremos avanzar en la construcción de una sociedad democrática, un ejercicio de salud mental social e individual es el reconocimiento de nuestras discriminaciones, entre las que destaca por su honda raigambre el machismo y la homofobia; luego, el reconocimiento de que homosexuales y lesbianas tienen igual o mayor calidad humana que cualquiera de los que los discriminamos. No es casual, por tanto, que los más hondamente discriminados, como son las mujeres, los jóvenes, homosexuales y lesbianas, resuenen con las demandas de los pueblos indígenas, porque saben del mismo dolor y del mismo desprecio. Porque son diferentes, merecen nuestro respeto y, sobre todo, guardan enormes reservas de humanidad. Todos los demás dimes y diretes quedan expuestos a la rentabilidad política de los de arriba.

blog comments powered by Disqus